Hoy en día para la sociedad y más que nada para la educación, es muy importante tener a su disposición a personas capaces de realizar y entregar una buena enseñanza, a profesionales comprometidos con su labor como pedagogos.
- Capacidad para descubrir las propias limitaciones y disposición para superarlas. Esto implica una actitud abierta a ser evaluados, no sintiéndolo como una amenaza, sino como una oportunidad para mejorar. Como se ha mencionado en una publicación anterior, quizás es dificultoso poder autoevaluarse, ya que a veces somos poco autocríticos, y es quizás mejor no asumirlas, actuando de manera errónea, tomando por tanto el camino equivocado, pensando que es el correcto. Es por esto que el sentido de la evaluación es mejorar e innovar nuevas técnicas que mejoren nuestro ejercicio pedagógico.
- Liderazgo, empatía, habilidades de comunicación y manejo de grupo, teniendo en cuenta que quizás es el profesor el que tiene el conocimiento y también una superioridad frente a una sala de clases, es por esto que la forma de enseñar es cuando el profesor se muestra como alguien con autoridad, pero de acuerdo a su experiencia y conocimientos, promoviendo un ambiente propicio para enseñar.
- Tiempo y disponibilidad para conocer individualmente a sus alumnos. Ya que como sabemos, no todos los alumnos aprenden de la misma forma, unos con mayor facilidad y otros con mayor dificultad.
- Coherencia entre los valores de la comunidad escolar y los del profesor.
Es por esto que a mi parecer un buen profesor no es aquel que llega a una sala de clases y lo único que hace es dictar y dictar o hablar y hablar, ya que no basta con saber de un tema si el profesor es incapaz de enseñarlo. Además un buen profesor es aquel que domina su área, se mantiene actualizado, tiene conciencia de la responsabilidad de su profesión, utilizando técnicas y recursos para enseñar de manera didáctica y lograr el aprendizaje, ayudando significativamente a sus estudiantes a alcanzar los objetivos, utilizando para esto maneras de organizarse como la preparación de su clase, haciéndola de ella una actividad estimulante y productiva; además de considerar a un buen profesor aquel que sabe evaluar, evaluando a tiempo, evaluando de manera equitativa a cada alumno, evaluando de acuerdo a los objetivos y contenidos del curso, estimulando por tanto el mejoramiento del aprendizaje.
Es por esto que el fin del profesor o el educador es dirigir, orientar y facilitar un cambio en la persona del otro, llevándolo a que tenga la capacidad de desarrollar aun más su intelecto, y por sobre todo su vocación.
“El educador es aquel que dispone su vida, sus acciones al servicio de otro. Es un servidor, quizás en su sentido originario, de ayuda, de solícita compañía. Sin embargo no es un sirviente, no pierde su vida en ayudar y en la felicidad ajena. No se diluye en exigencias ajenas olvidándose de sí. Antes bien, encuentra su propia felicidad y realización en esa donación al otro. No hay dicotomía entre el educador y el educando, hay complementariedad, la felicidad de uno se desarrolla con la del otro”.
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